El Palacio de Cristal es una de las estructuras más especiales de Madrid. La joya de la corona del Retiro alberga cada día a cientos de turistas que visitan la ciudad y quedan, uno tras otro, deleitados por su maravillosa construcción. Obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, el objetivo de su diseño era albergar una exposición ocurrida en 1887 para mostrar a Europa la cultura de uno de los últimos territorios ultramarinos españoles: las islas Filipinas.
Para llevar ésta acabo, tanto el Palacio como el Lago se cercaron y el espacio se convirtió en una pequeña Filipinas. Se trajeron canoas, casas y animales autóctonos del archipiélago, y el Palacio sirvió como invernadero para su flora exótica. De esta forma, se pudo dar a conocer a madrileños y visitantes cómo era la vida en el territorio y cómo era su cultura, tan ajena y distinta al día a día de los españoles del siglo XIX.
Para hacer el evento más atractivo y que fuese aún más impresionante, se decidió traer a un grupo de cuarenta indígenas filipinos para actuar en la representación. Su labor era realizar tareas cotidianas con los distintos objetos que se habían reunido en el Parque y realizar, así, demostraciones sobre cómo era su día a día: había mujeres tejiendo y preparando tabaco, hombres reproduciendo escenas agrícolas con fauna de la región, etcétera.
Este evento, no obstante, ha quedado tristemente en el olvido de la comunidad española y, aunque el palacio siga presente como una de las atracciones más populares de Madrid, el suceso de esta exhibición se mantiene completamente desconocido para los ciudadanos.
Fue por ello que me quedé completamente atónita cuando una tarde, paseando cerca del palacio con mi amigo filipino, me comentó brevemente: “Yo no puedo entrar ahí, todo filipino sabe que no debemos entrar al Palacio de Cristal” […] “Fue un zoológico de filipinos en el pasado”. Mi mente se quedó en blanco e inmediatamente tuve que recurrir a internet para corroborar su historia. La información que encontré era escasa y, dado el estilo de colonización de España, la idea de que este evento hubiera sido algo parecido a la exhibición belga de los congoleños me parecía más que improbable. De entre la poca información conservada, hay registros existentes de que varios de los participantes decidieron quedarse en España y continuar su vida aquí, por lo que esta teoría quedó descartada.
Entonces, ¿por qué la excolonia española sigue teniendo esta visión de una exhibición que ya ha sido olvidada? ¿Por qué el efecto que la exposición tuvo en la comunidad filipina fue tan distinto al que tuvo en la comunidad española? ¿Es esto una leyenda urbana más o estamos ignorando algo que no se nos había pasado por la cabeza?
Quizá los registros de lo que ocurrió en el parque estén sesgados y los filipinos no vinieron tan libremente como se registró pero indudablemente esta anécdota es solo la punta del iceberg. Conduce a una reflexión que implica el papel del colonizador y la colonia en las memorias históricas, que no tiene que ver con lo que pasó sino con cómo esto se percibe en el presente.
Desde el punto de vista del colonizador, un territorio que consigue su independencia pasa a la historia y el efecto que tiene en sus ciudadanos, pasados los años, no es más que otro acontecimiento ajeno a su vida cotidiana. Sin embargo, no existe ninguna concienciación sobre periodo colonizador en España y mucho menos sobre su consecuencias en la actualidad.
Las excolonias de países como España continúan llevando consigo trazas de los años de presencia. Un ejemplo muy peculiar se puede apreciar en el lenguaje y cómo la convivencia tuvo un impacto tan enorme en el mismo. Mismamente, el tagalog hablado en Filipinas tiene un 20% de correlación con el español, con expresiones como “kumusta” (¿cómo estás?) o “banyo” (baño).
Es impresionante pensar como la percepción de un evento histórico es tan distinta dependiendo del papel de cada partido y sobre todo cómo las acciones de un grupo pueden tener tanto efecto en otro, dejando una marca que perdura hasta la actualidad, mientras que el primero no se haya visto afectado en absoluto. El palacio de cristal seguirá presente en el Retiro y el recuerdo en la memoria de los filipinos, tristemente, también. Sin embargo, es nuestro deber concienciar a la población de lo que realmente sucedió, acabando con el recuerdo sesgado y haciéndonos tener presente, que, aunque lo hayamos olvidado, en un tiempo todos fuimos parte de un mismo capítulo de la historia, y que aprender de ello nos permite avanzar hacia un futuro más justo para todos.