Creo poder afirmar que todos conocemos al infame Mr. Scrooge, el protagonista de la novela de 1843, Canción de Navidad, de Charles Dickens. Un hombre tacaño al que le disgusta cualquier cosa que produzca felicidad y que detesta la Navidad. Un tacaño al que lo único que hace feliz es el dinero. Aunque esto tampoco es del todo cierto, puesto que le gusta tantísimo el dinero, que siempre está preocupado por cuánto tiene, cuánto le queda, cuánto le durará, si lo perderá, se lo robarán… Le duele horrores tener que gastar hasta la más ridícula de las cantidades.
Lo cual lleva al dilema de sufrir porque deseamos algo, y sufrir por tener lo que deseamos. De ahí el dicho de, ¡ten cuidado con lo que deseas!
Uno trabaja para, después, poder permitirse hacer las cosas que ama. Se necesita dinero para comprar las cosas que más deseamos hacer, pero que, por desgracia, no tenemos tiempo de hacer… primero, hay que trabajar.
Así funciona el mundo en el que vivimos, es un círculo vicioso sin fin.
Hay quienes piensan que de esta manera los gobiernos tienen control sobre nosotros, dado que una población que trabaja da dinero. Compra cosas que realmente no se puede permitir, por lo que se endeuda. Lo cual hace que tenga que volver a trabajar, hacer más de lo que realmente no le gusta, para obtener más dinero y así permitirse pagar la deuda causada por algo que ni podía permitirse, ni quería ni necesitaba. Todo para poder obtener aún más dinero, yendo al trabajo por lo que no les gusta ni necesitan, para poder obtener un préstamo por lo que no querían, para endeudarse más, para obtener lo que no quieren.
Para muchos, la corrupción llega a todos los que están en el poder. Siempre que haya dinero de por medio, se les nubla el juicio, se les va el santo al cielo. Como un buen amigo me dijo una vez: “es una fuerza imparable que mueve cada hilo de nuestro país”.
Pese a ello, estoy seguro de que pocos (por no decir ninguno) de mis queridos lectores os consideráis corruptos. No es de extrañar, puesto que el corrupto siempre trata de justificar sus acciones de manera pervertida, nunca clasificándose como tal.
Aún así, como un cáncer, la corrupción envenena tus órganos, te aleja de los que te rodean y lentamente te lleva a tu inevitable muerte.
La corrupción es paranoia, es una garantía de nunca dormir. Envenenará tu honor y te separará de tus seres queridos. Hará, de tu palabra, un susurro.
Depende de vosotros no enfermaros con esta enfermedad impulsada por la codicia. Ya que ninguna enfermedad te matará más rápido o más silenciosamente que la corrupción. Y os aseguro que os matará, ya sea en la muerte o en el espíritu. ¡No la dejéis!
Para terminar con un aspecto más positivo, para mí, no es el dinero el que trae la felicidad, sino las personas con las que nos rodeamos. Es igual cuánto dinero tengas y cuantas cosas te puedas permitir comprar, uno siempre se cansa de estar solo. Por mucho que lo tengas todo, si no tienes nadie con quien compartirlo, con quien disfrutarlo, no sirve para nada.
Pero bueno, todo esto no son más que “paparruchas”. ¡Felices fiestas!