Nos movemos entre percepciones e intuiciones,
que no sabemos de dónde nacen,
sólo de su imprecisión.
Recorremos pequeños sitios
que funden nuestro recuerdo,
vemos a personas emocionarse
sin saber el por qué,
nos identificamos pero aún así
nos resguardamos,
creando un escudo a prueba de lágrimas.
porque así es la vida.
Sobrevolamos a diez mil pies, perdidos
sin saber dónde estamos,
Sin coordenadas que anclen nuestra existencia.
Conocemos a personas que nos expanden,
transitamos calles sin saber su nombre,
descendemos en paradas ignotas
para transformarlas en un lugar seguro.
Todos tenemos batallas internas,
todos tenemos un punto débil.
Está en nosotros hacer del dolor un puente
para mutar y convertir la turbulencia en una brisa de mar.
Somos inteligentes a la hora de razonar
pero débiles ante los dictados del corazón
y de su discordancia con lo racional.
Somos más sensibles de lo que creemos,
más fuertes de lo que deberíamos,
y más duros de lo que quisiéramos.
Aún así hay que tratar de
convertir el tiempo
en un antídoto al dolor.