Esta pandemia nos ha traído muchos retos, tanto personales como profesionales. Desde hace ya casi un año hemos tenido que reinventarnos en todos los aspectos de nuestra vida. Para algunos ha sido tener que aprender a como compartir la casa con toda la familia porque todo el mundo está trabajando, mientras que para otros ha sido obligarse a despegarse del ordenador (o computadora) después de un largo día de trabajo o clases online. Sea lo que sea, quiero esta semana tomar un paso hacia atrás, y reflexionar sobre el impacto que estar frente a una pantalla y viéndonos constantemente nos afecta.
Empecemos por el hecho de que no es normal vernos todo el tiempo, la única vez en donde vemos un reflejo exactamente igual a tiempo real es cuando estamos frente a un espejo. ¿Qué persona está frente a un espejo 6, 8 o 12 horas? Nadie. Sin embargo, hay suficiente evidencia científica y psicológica que sustenta el hecho de que es normal que te veas a ti mismo todo el tiempo mientras estás en una conferencia de Zoom. Vivian Diller, una doctora psicología clínica neoyorquina asegura que, como seres humanos, es nuestro instinto fijarnos en cosas que nos conciernen. Es un efecto similar a cuando estás (o por lo menos antes) en un bar o en una reunión social con mucha gente y de la nada, en una conversación ajena que no tiene nada que ver con la tuya, escuchas que alguien dice tu nombre. En conclusión, es normal que te veas en la pantalla todo el tiempo. Pero a lo que quiero dedicar especial atención es a los efectos que esto tiene en nuestra autoestima.
Desde el primer lockdown, en marzo del año pasado, nos volvimos mayores consumidores de contenido en redes sociales: Tiktok explotó, Instagram, Twitter, etc. Mientras estábamos en cuarentena, con el mismo pijama de hace tres días, el pelo sin lavar y con un horario de sueño tan inestable, veíamos a gente “perfecta” haciendo vídeos online y subiendo fotos. Muchos estudios han demostrado que hay una correlación entre la cantidad de tiempo que pasamos en redes sociales, y lo mucho que va cayendo nuestra autoestima. Sumamos a esto la incertidumbre de una pandemia y, tenemos una imagen altamente distorsionada de nosotros. ¿Cuántas veces hemos entrado a una junta y decimos “Dios Santo, así me veo de verdad y tuve las agallas de presentarme así”? Lo cual conlleva a estar los 15 primeros minutos de la junta arreglándonos el pelo, o acomodándonos la ropa de forma que quedemos lo menos disgustados con nuestra apariencia.
Recapitulando todo, estamos expuestos a una cantidad de horas anormal a nuestra imagen lo cual nos afecta psicológicamente, además de que consumimos más contenido en redes, donde hay una percepción distorsionada de lo que es la belleza, vamos, el argumento de la “belleza inalcanzable” de lo que todo el mundo habla. Es una mala combinación.