Javier Milei, “el peluca”, ex heavy metal y exaltado candidato del nuevo partido, La Libertad Avanza, fue la gran revelación en las pasadas elecciones PASO, en los que obtuvo el 13,6% de votos en la Ciudad de Buenos Aires. Esta tendencia fue confirmada tras las legislativas del pasado 14 de noviembre donde obtuvo el 17% de votos consiguiendo así cinco bancas en la Cámara de Diputados. “Almas libres, leones heroicos, gracias por tanto rugido, ¡viva la libertad carajo!”; gritaba Milei a una masa exultante.
Tras 50 años agitando platós de televisión argentinos, el economista dio el salto a la política fundando un partido libertario. La Libertad Avanza, al contrario de lo que diversos medios nacionales e internacionales han afirmado, ni Javier Milei ni su partido pueden enmarcarse en la “ultraderecha”. Esta asunción parte de un razonamiento simplista por el cual, cualquier partido que critique a la izquierda, ha de ser necesariamente de derechas y aquél que se sitúe a la “derecha” de Juntos por el Cambio (el partido de derechista preexistente), ha de ser inequívocamente de ultraderecha. La realidad es mucho más compleja, y para entender el espectro político del libertarismo conviene alejarse de la tradicional dicotomía reduccionista izquierda-derecha, por la cual la derecha es de carácter eminentemente conservadora y autoritaria. ¿Pues, que ápice de autoritarismo puede tener un anarcocapitalista que afirma que “el enemigo es el Estado”? y ¿puede ser tachado de conservador alguien que tiene por máxima el respeto irrestricto al proyecto de vida de los prójimos, sin ningún tipo de limitaciones impuestas a nivel estatal o moral?
¿Qué propone? El programa de La Libertad Avanza es escueto pero revolucionario e impulsa una serie de medidas liberalizadoras con el objeto de revitalizar la maltrecha economía argentina; en un país, donde se estima que 4 de cada 10 personas viven en la pobreza. Una economía con una de las mayores tasas de inflación del mundo, que tiene una deuda de 44.000 millones con el FMI y cuyo crecimiento se contrae un 10% anual.
Frente a estos datos, Milei plantea medidas como la liberalización del mercado laboral, la simplificación de la burocracia; y una fuerte bajada de la presión fiscal. En el plano del comercio internacional, aboga por la eliminación de aranceles y la firma de acuerdos de libre comercio. Desde luego, este programa parece mucho más propenso a mejorar la situación económica argentina que el de su adversario socialista; que en última instancia, supone aumentar el gasto público para asegurar a sus clientelas electorales a costa de engrosar aún más la deuda pública, que ya devolverán en el fututo sus hijos y nietos.
Sin embargo, el hecho de que su programa pueda parecer más o menos razonable, no es excluyente con el hecho de que su discurso cumpla punto por punto con el del político populista de manual.
En primer lugar, identificación del enemigo a batir, el Estado, afirmando que; “El Estado es la base de todos los problemas que tenemos”. En segundo lugar, hacer de las propuestas más complicadas de materializar, la medida estrella, haciendo que parezca fácil lo difícil; como el cierre del Banco Central. En tercer lugar, autoproclamarse representante de el pueblo y hacer la distinción entre “nosotros y ellos”, siendo ellos los políticos a los cuales califica de “ratas y parásitos”. Además de cargar contra lo que denomina la “casta política” en la cual él, por supuesto, inmune a la perversión del poder, nunca se convertirá. Inevitablemente vienen a mi mente aquellos líderes del pueblo que entraron en la política para eliminar a la casta, y que la dejan formando parte de ella. En cuarto lugar, desprecio al oponente; “zurdo de mierda, te puedo aplastar” fueron las palabras que le dedicó a su adversario político, Horacio Rodríguez Larreta. Por último, los discursos exaltados a las masas, con su viral: “Yo no vine acá para guiar corderos, vine a despertar leones”.
Sea como fuere, si hay una estrategia política que ha funcionado a lo largo de la historia es el populismo, prueba de ello es su capacidad de convocatoria y su acogida entre los jóvenes. Precisamente el liberalismo siempre ha tenido un gran problema de comunicación que ha hecho que sus partidos hayan fracasado sistemáticamente; mientras tanto, en Argentina miles de jóvenes se agolpan en plazas al grito de: “¡Viva Hayek!”.
Milei ha conseguido lo que parecía imposible en un país marcado por la sombra del socialismo y el peronismo. Si ese populismo ha servido para extender las ideas de la libertad entre un sector mayor de la población, hasta el punto de que se consolide una alternativa liberal; entonces habrá merecido la pena. Argentina verá la luz al final del túnel.
El fin justificará los medios. ¿O no?