Yo he perdido la fe;
la fe en ti,
en mí,
que prometimos cambiar
por un mundo insostenible,
a veces,
oscuro.
He perdido la fe en el mundo,
que no es amigo,
porque ellos no entienden
de adversidad,
de malos tratos,
de carencias,
pero entienden,
sí,
de fe.
Pero he perdido fe en ellos,
que no sé dónde están,
ni si huérfanos,
casados,
que no recuerdan
de niñez,
de propósitos,
de sobremesas,
de líderes que,
tampoco,
entienden de fe;
en países,
sin espítitu,
que
nunca
han sabido de fe;
y mi casa;
mi hermano,
mi jardín,
mis llantos,
el olvido
con el que narro,
dicen ahora
añorar
fe.